Manifiesto

Veinte Centavos surge por la necesidad de crear un espacio en el cual podamos escribir y debatir sobre diversos temas culturales. Literatura, música, cine y teatro serán nuestros temas habituales, y no dejaremos de lado la actualidad, en la que se combina el pasado y el futuro.Aprovechando la tecnología, creamos está revista virtual, este blog cultural, y esperamos que ustedes disfruten leyendo –y respondiendo- y nosotros escribiendo.

Adelanto Bestiarios Urbanos (II parte)

Seguimos presentado poemas incluidos en Bestiarios Urbanos de Gustavo Gareiz . Si quieren conseguir el libro vayan a www.edicionesdelacultura.blogspot.com.


Bestiarios urbanos

La fachada sintética, arrugada o deslucida,
secuaz principal de su negada existencia,
es la brújula de sangre y venas que pierde caminos
y traza invisibles senderos de penumbra.
No son una sino miles las bestias guarnecidas,
tras los muros agendados, tras los gemidos cuadrafónicos,
tras los pellejos futuros, tras las miradas resecas.
Son dragones con viscerales fuegos, sacrifican esencias,
son cíclopes tácitos, imperceptibles pero brutales,
son hidras con faringes sedientas de revanchas,
son serpientes que reptan entre arterias y osamentas.
Quimeras multipropósito, escorpiones narcisistas,
grifos de humores pestilentes, perfumados desde la libre compra,
arpías desnutridas, deseosas de un último bocado,
cínicas sirenas, sempiternas pulgadas de la hipocresía.
No son uno sino miles lo sueños que las evocan,
con ojos cerrados o abiertos, con pulgares tiesos o angustiados.
Hablan de su omnipresencia, pérfida intuición de los recuerdos,
las bestias son las sombras sin más proyecto que su persistencia.
Cada bestiario espeja soberano al que lo vislumbra
para luego jugar a destruirlo, apenas una utopía sin morada.
Cada bestiario es el otro bestiario, no hay espejo, solo autorreferencia.
Se simula hemisferio, sólo coexiste entre artificios.
Cada bestiario es insignificante, pero también implacable y eterno.
No puede morir porque es muerte, solo presume los instantes,
entre barras numeradas, entre eufóricas pagodas,
entre frías circunferencias y cuadraturas siempre vivas.
Las bestias copan la escena
y brindan a la peste de las carnes vanas.


Acantilados del tiempo

Falacia sonora de un Cronos comediante,
encerrarse en sí mismo figurándose arena.
Cronos es piedra, cortante y lasciva,
piedra que besan los mares de lo sublime.
Cronos es un verdugo cobarde con embajadores
que cumplen indulgentes la tarea amarga
y recuerdan su paso, ya poetas, ya sabios,
cuando sólo son sicarios de un dios inventado.
Cronos es la costa recortada por la bravura
de un Todo aún más poderoso, aunque persiste
ajusticiando con Historia o aletargando con Presente:
todo vale, mientras tanto, en lo eterno.
Lo crucificaron y lo volvieron humano,
y lo encerraron dentro de sí mismo,
una triste ironía enjaula la paradoja.
Cronos ahora es tiempo.
Dilapidó su nombre y sus acciones
cotizando en la bolsa de los iniciados.


La lectura de un reflejo

Están ahí, a mis espaldas,
exhalando el azufre de su existencia maldita.
Se mofan de mi reflejo en la vidriera,
ridiculizan mi finitud y mi figura,
desdibujada por los años en cartelera
de la tragedia interminable de mi travesía.
Están ahí, adoradores
de la cúbica eternidad de los sentidos,
de los ídolos de fibra óptica,
de los espíritus apenas supuestos,
de la frágil estadía de los gozos,
de las sombras en el barniz de las marquesinas.
Están ahí, comensales
del banquete mausoleo cero calorías,
de la rabia incidida en sus vísceras,
de las palabras nubladas, reprimidas
por la dentaria razón de sus concavidades:
sólo su odiarme los mantiene con vida.
Están ahí, con mi rostro,
trazando millones de polifacéticas arrugas;
hablan con mi voz y mis silencios,
tiemblan con mi terror y mi fatiga.
Mueren con el rictus emanado por la conciencia
de no ser yos sino ser uno,
uno más, entre las piedras.

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