Hace más de tres años acepté el desafío de escribir una novela. La
idea era contar una historia simple, escribirla por escribir nomás.
Armé la estructura, delineé los personajes principales,
definí de quién iba a robar un poco (tan sólo un poco) y empecé.
Las primeras cincuenta páginas salieron fácil. Ya estaba ahí
nomás de ser un escritor. Todos los días escribía dos páginas como recomienda Alan
Pauls.
Las siguientes cien páginas me llevaron un año. Todo se complicó. Qué los personajes
no eran claros, qué el final se aproximada muy pronto, qué a los diálogos les
faltaba trabajo, qué no tenía estilo… Cada día servía para reconocer todo lo
que me faltaba para ser un escritor.
La mañana que escribí el aliviador punto final pensé que ya
estaba.
Obvio, me equivoqué.
Empezaron los dos años de correcciones, re-escrituras, consultas a conocidos, quita de
pasajes enteros, inclusiones de nuevos capítulos... Interminable.
Imposible no recordar a personajes de Vila Matas o Bolaño,
esas criaturas que pasaban la vida intentando escribir y en eso terminaban:
intentando.
Y de vez en cuando me acordaba de Jack Torrance, por suerte
nunca probé en irme a escribir a un hotel.
Ahora, si tengo suerte, creo que estoy terminando la última
corrección. Pongamos que en semanas debo
empezar a ver cómo encaro el siguiente
paso: editarla.
Y eso que creía que lo peor ya había pasado.
2 comentarios:
Grande Nabu!! Que bueno que la hayas terminado. Abrazo.
Siempre se puede, felicitaciones!!!!!!!!!!
Publicar un comentario