Manifiesto

Veinte Centavos surge por la necesidad de crear un espacio en el cual podamos escribir y debatir sobre diversos temas culturales. Literatura, música, cine y teatro serán nuestros temas habituales, y no dejaremos de lado la actualidad, en la que se combina el pasado y el futuro.Aprovechando la tecnología, creamos está revista virtual, este blog cultural, y esperamos que ustedes disfruten leyendo –y respondiendo- y nosotros escribiendo.

¿Quién dijo que todo esta perdido?

El teatro comunitario es uno de los hechos más interesantes que se han producido en la Argentina en los últimos años. combinando la cultura, el arte y la actitud política.


Por Anabella Nieto


En las últimas portadas de los diario argentinos podemos encontrar titulares como el siguiente: Los mercados bursátiles del mundo volvieron a temblar por los temores a una desaceleración global de la economía y, en ese contexto, la Bolsa porteña se hundió 12,14 por ciento.; así anuncian la crisis que atraviesa al mundo capitalista y que afecta hasta el lugar más recóndito de nuestra querida aldea global.

Ya desde los últimos años del siglo pasado, los avances de la ciencia y de la tecnología permitieron que las relaciones entre los diferentes lugares del mundo se hicieran más cercanas. La vinculación intercontinental, la mundialización, incide no sólo en el campo económico, sino que en todas las dimensiones de la sociedad. Sus consecuencias también son terriblemente globales: sociedades estructuralmente dualizadas y divididas; avance del darwinismo social: una guerra irrefrenable de todos contra todos; imperio del mercado como forma dominante de la regulación social; construcción de un estado mínimo frente a los derechos sociales de las mayorías, aunque fuerte y autoritario para definir estrategias a favor de las minorías que controlan el poder económico, etc, etc…

...este modelo de vida que se nos ofrece como gran orgasmo de la vida, estos delirios del consumo que dicen ser la contraseña de la felicidad, nos están enfermando el cuerpo, nos están envenenando el alma, nos están dejando sin casa: aquella casa que el mundo quiso ser cuando todavía no era
Eduardo Galeano.

Un mundo prometido a la individualidad solitaria, a lo provisional a lo efímero, al pasaje; marcado por la transculturación que convierte las diferencias en homogeneidad, borra los rasgos distintivos de las culturas produciendo la pérdida de identidad y de capacidad de crear frente a la avalancha de modas y objetos culturales importados. En él nos ubicamos como átomos anónimos, perdiendo, de esta manera, el rol de individuo moral y políticamente comprometido que toda sociedad requiere.

A pesar de todo ello, ¿quién dijo que todo está perdido?, nos gritaría Fito.

Ciertas tendencias nos ayudan a alimentar nuestras esperanzas de que el cambio es posible. Desafiando las políticas impuestas, los pueblos buscan caminos para levantar alternativas. Esos caminos son múltiples y diversos.

Analicemos este fenómeno de resistencia popular desde una actividad artística como es el teatro comunitario.


En octubre, más de treinta agrupaciones de teatro comunitario de todo el país presentaron sus espectáculos en plazas, teatros y espacios culturales de la ciudad con motivo de la celebración del VII Encuentro de Teatro Comunitario. Tuve la posibilidad de concurrir a algunos de esos espectáculos y pude constatar que todavía existe un lugar para el encuentro con el otro, un encuentro fundado en el compromiso y el respeto, y no en el interés. Un espacio definido por la identidad común, relacional e histórica. Un lugar de denuncia, pero también, y sobre todo, de praxis. Quizás, un breve repaso por la historia de la conformación de estos grupos y de su organización nos aporte más datos; pero nada más efectivo para comprender la esencia de esta actividad como el ser parte de sus presentaciones, como espectador y, en especial, como miembro del grupo.

Son dos los momentos históricos sociales que indujeron a los vecinos a juntarse para contar sus historias: hacia finales de la última dictadura militar y a partir de la crisis del 2001. Así, el teatro comunitario se crea como producto de la necesidad de un grupo de personas de determinada región o barrio de reunirse, agruparse y comunicarse; pero también como una experiencia en pos de "recuperar la vida de los barrios", perderle el miedo a la calle y transformarla de nuevo en espacio vital y público. Por ello, estos grupos marcan su territorialidad en las plazas, espacio naturalmente público, de reunión y encuentro de vecinos, así como también de contacto directo con la realidad: ésta se hace presente allí sin ningún disfraz.
Este tipo de teatro posee la característica de ser un hecho colectivo: es un trabajo en equipo en el cual las individualidades se funden en el colectivo del grupo. Pero, además, la riqueza del grupo se encuentra en la diversidad de sus integrantes, ya que se incluyen vecinos de diferentes generaciones, oficios y ocupaciones, y de diferentes extracciones sociales, aportando sus experiencias particulares.



Ofrecen, generalmente, espectáculos libres y gratuitos (con lo recaudado al pasar la gorra y generando sus propios recursos a partir de aportes de sus integrantes, periódicos barriales, etc. se autogestionan; algunos grupos reciben subsidios); de esta manera, esos espectáculos llegan a un gran sector de la población, contrariamente a la mayor parte de la oferta teatral de nuestra ciudad a la que sólo pueden acceder reducidos fragmentos sociales o VIP.

Los grupos están coordinados por un director elegido por los mismos integrantes. Es habitual que este coordinador posea ciertos conocimientos y técnicas teatrales que serán completados por las experiencias y saberes que cada miembro trae y comparte con el grupo. En la práctica del teatro comunitario son claves los juegos, las improvisaciones de escenas y el canto comunitario.

Historias de sus barrios, de los personajes más frecuentes, de sus instituciones, de sus problemáticas, se hacen presentes en las letras de las canciones. Así, los temas que nunca faltan son los de la memoria, la identidad, la crítica a la opresión que los poderes producen sobre el pueblo, y sobre todo la esperanza, la apuesta en el poder transformador de lo social que aporta el teatro comunitario. De esta manera se evidencia el rol social que asume el teatrista comunitario, al posicionarse como protagonista responsable de los acontecimientos, concibiéndolos como hechos histórico-sociales y no naturales e inmutables.

En este mundo colorido y festivo que nos presenta el teatro comunitario, que llegó hace más de veinte años para florecer de la mano de vecinos de diferentes barrios, “la clave es crear un marco en el que podamos soñar para adelante; y para eso tenemos que ir hacia atrás en nuestros imaginarios colectivos quebrados.” (Ricardo Talento, Director del Circuito Cultural Barracas)

No será tan fácil,(…) no será tan simple como pensaba.”



Habrá trabas, porque el arte, la creatividad, la política (centro de toda manifestación popular) son actividades subversivas, incomodan a aquellos pocos que pretenden moldearnos a imagen y semejanza de su discurso único; y ello es perfectamente constatable si recordamos lo sucedido con la cultura y la educación en los gobiernos de facto y en los de reajuste estructural de la historia de nuestro país.

No encontré un mejor final para este humilde informe que una canción que todos los grupos de teatro comunitario cantaron colectivamente en ocasión de la fiesta de apertura. Es toda suya:

Somos navegantes de un futuro hechos con retazos de memoria. Buscadores de tesoros escondidos en las páginas ocultas de la historia. Un viento de sueños compartidosnos junta pero no nos amontona. Distintos corazones y un latido y así la soledad se desmorona.
¿Conocías el teatro comunitario? ¿Qué opinas de estas experiencias? No te olvides de dejar tu comentraio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es el momento para replantearse el rol de las diferentes expresiones del arte y actuar en consecuencia. Estamos viviendo una época que es única e irrepetible; tenemos la posibilidad de, al menos, discutir el paradigma imperante en el mundo. Es en este sentido donde se hace necesario preguntarnos què tipo de teatro queremos, qué tipo de música queremos, qué tipo de cine queremos, etc. porque llegó el momento de empezar a pelear contra el discurso único de la cultura capitalista, instaurado a través, por ejemplo, de los medios de comunicación, los cuales hacen mucho mas dificil la existencia del arte que no comulgue con los principios que ellos imponen.
Es este el momento donde hay que comenzar a crear un arte solidario, en el sentido de cortar con el individualismo, con las paparruchadas neotecnològicas que nos venden las publicidades del consumo y, sobre todo, acabar con la mirada europeizante.
Es absolutamente necesario que miremos adentro del paìs y de américa latina, que aprendamos de la cultura nuestra, la de los originarios; ya es suficiente la que nos impusieron por 500 años. Felicitaciones a anabella por el artículo y que se continúe la experiencia de ese teatro.

Diego González

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo!
Nos podemos servir de él para pensar en el arte como actitud política e intelectual.
El teatro comunitarios -junto a otras experiencias como pueden ser los programas de radios, murales o revistas- es uno de los lugares en el que es posible encontrar diferentes maneras de resistencia. Entendamos resistencia como algo positivo, manifiesto, reflexivo, alegre, abierto y popular; no como algo abstracto, añejo y desconectado de nuestra realidad.
Estos son proyectos que vale la pena apoyar.
Al fin de cuentas, es sólo una cuestión de actitud.

Anónimo dijo...

Que bueno está leer algo sobre el teatro comunitario, no es común encontrar una nota o artículo y éste es muy interesante! Sobre todo en la parte donde decis: Que no todo está perdido, qué ésta gente se junta para hacer algo con fines artísticos y sobre todo con la esperanza de un cambio posible.
Muy bueno!
Maite