Manifiesto
Veinte Centavos surge por la necesidad de crear un espacio en el cual podamos escribir y debatir sobre diversos temas culturales. Literatura, música, cine y teatro serán nuestros temas habituales, y no dejaremos de lado la actualidad, en la que se combina el pasado y el futuro.Aprovechando la tecnología, creamos está revista virtual, este blog cultural, y esperamos que ustedes disfruten leyendo –y respondiendo- y nosotros escribiendo.
Crítica: Anatomía de una relación
Los peligros de saltar en la cama
Hay
un muy buen chiste promediando Anatomía de una relación: resulta que un
tipo que amasija con un hacha a su mujer,
en un episodio brutal y liberador a la vez, toma el celular de la mina y se
pone a ver videitos de Youtube. De esos que ven nuestros hijos. Videitos. La
platea femenina, que tiene en primer plano al hombre estupidizado con la
canción de unos monitos que se caen de la cama de tanto saltar y en segundo
plano el cuerpo de la mujer que yace inerte, seguramente suspira y exclama:
“Hombres”.
De
esa tensión permanente entre los sexos habla la obra creada por Gabriela Prado y
Jorge Martínez que se viene presentando los domingos a las 20 en esa tribuna
exclusiva que es El camarín de las musas. Y es que, sentados en las gradas, los
espectadores asisten –como si fuera una barra de muchachos y chicas hinchando
por uno o por otro- al devenir de una relación sentimental que no se guarda
nada.
Lo
interesante de Anatomía de una relación es que, si bien se trata de un
espectáculo de danza contemporánea, la estructura narrativa permite ir
construyendo junto a los bailarines/actores los distintos episodios que va encadenando ese vínculo hombre/mujer pero también humano/animal.
Para
eso, la obra cuenta con dos intérpretes notables. Gabriela Prado –hermosa,
grácil, ambigua- recorre el escenario con delicadeza y elegancia; de pronto
muta en hembra salvaje y somete a su compañero, lo humilla, lo cosifica. Como
diría Cassius Clay “flota como una mariposa, pica como una avispa”. Martínez,
por su parte, juega un rol mucho más animalizado, más primitivo: arranca manipulando
un fémur (“El ser del espíritu es un hueso”, escribió Hegel en su Fenomenología
del Espíritu) y termina golpeando con un hacha.
En
el medio, tanto uno como el otro establecen una relación muy particular con los
(pocos) objetos que forman parte de la puesta en escena, a los que llenan de
sentido (un fardo de paja como “lo rural”,
el hacha y la pala como “lo siniestro”, los zapatos como "la incomodidad", el teléfono móvil idiotizante) o
resignifican (el hueso como arma de Odisea en el espacio ahora es casi
un juego didáctico en manos de un monstruo, la manzana tentadora se transforma
en el catalizador de la bronca del personaje de Martínez, quien la devora con
maestría).
También
hay, en otro gran acierto, una vuelta de tuerca idiomática que termina por
consolidar una atmósfera extraña, enrarecida, que inevitablemente produce
asociaciones intertextuales del cine (Fargo, True Detective) y la mejor
literatura norteamericana (A sangre fria, Faulkner, Denis Johnson) en
esa amalgama de paisaje rural bucólico (en la obra representado apenas por unas
hojas y un hermoso telón) con personajes sórdidos que tanto remiten a esa zona.
Quedará
en el espectador de a pie decodificar esas claves o simplemente relajarse y
disfrutar de los movimientos de dos cuerpos armoniosos y de una puesta en
escena que dispara ideas (visuales, conceptuales) todo el tiempo.
Pero
la tranquilidad durará apenas un instante: en la penumbra acecharán dos
monstruos reconocibles; monos –sin navaja, pero con un hacha- que saltan en la
cama. Y se caen.
****
Domingo 20 hrs. El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960)
Dirección / interpretación: Gabriela Prado / Jorge Martínez
Banda sonora: Gustavo Lucero
Idea escenográfica: Alicia Leloutre a
partir de un dibujo de German Parsons.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Fotos: Ana
Carolina Naranjo Rojo/Claudia Macchiavello
Asistentes Técnicos: Rodrigo Pedrosa / Mailen Briatore
Prensa: CR&V
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