¿Quién es Raymundo Gleyzer? ¿Por qué querés escribir sobre él? ¿Te parece todavía relevante? Estas fueron algunos de las preguntas que me hicieron cuando empecé a hablar sobre Gleyzer. A medida que me fui internando en su obra, mi pregunta era otra: ¿por qué un cineasta tan brillante y tan comprometido había sido relegado, hasta olvidado, por nuestra cinematografía? La “mirada-puño” de Gleyzer irritaba a muchos nexos de poder tanto autoritarios como populares en su momento. En tiempos de la muerte de las ideas (según el posmodernismo de los ’90), su mero credo – abiertamente ideologizado – también parece incómodo: "...crear imagen, convencer, analizar, plantear, mostrar, ejemplificar... concientizar, concientizar, concientizar..." Un adagio de los '70 decía que a los héroes no se los lloran, se los reemplaza. En el caso de Raymundo Gleyzer, a más de 30 años de su desaparición, todavía esperamos por ese reemplazo.
La realidad quema
La búsqueda de un mundo mejor está presente desde su primer cortometraje, La tierra quema (1963), que cuenta la historia de una familia campesina que huye de la sequía y al hambre del sertão del nordeste brasileño. Dura apenas 12 minutos, pero se destaca su estilo cortante y seco, y fundamentalmente, algo que después se volvería la característica absoluto del cine de Gleyzer: la denuncia.
Ahondando en el cine etnográfico, Gleyzer convoca su ex-profesor de cine Humberto Ríos como fotógrafo y viaja a Córdoba donde en 1965 realizan dos cortometrajes documentales: Ceramiqueros de Tras la Sierra y Pictografías de Cerro Colorado.
Profundiza este estilo de documental a fin del mismo año cuando comienza el primero de dos trabajos con Jorge Prelorán: Ocurrido en Hualfin (1965), que él define como "la historia de tres generaciones afectadas por el paso del peronismo". Comienza poco a poco a despuntar su visión marxista sobre el mundo y su desconfianza frente al peronismo, del cual dice "ha pasado y para estos descendientes de indios aymarás todo sigue igual".
Juntos realizan también Quilino (1966), pero la ideología explícita de Gleyzer choca de bruces con la de Prelorán, quien proponía una manera prístina, objetiva, “sin ideología”, de acercarse al actor social (aunque con el tiempo Prelorán admitirá estar equivocado en la pretensión de la "ausencia de subjetividad").
En 1966 Gleyzer empieza a documentar eventos en otro marco, como cameraman en Telenoche. Gracias a su habilidad, le dan notas especiales, y hasta consigue un permiso del gobierno británico para ir a filmar a las Islas Malvinas, convirtiéndose en el primer periodista argentino en filmar allí. Su modo de observación, como lo ha hecho con los artesanos, los campesinos y los matacos, hace que el film sea un retrato de la vida cotidiana de los kelpers, sin ninguna connotación panfletaria.
Se convierte en notero freelance, viaja mucho junto a su mujer, Juana Sapire (sonidista en todos sus trabajos), y los noticieros de Canal 13 le encargan notas de cada país que visitaba. Su nota desde Cuba en 1969 se vuelve la más conocida: la dirección del noticioso demora en sacarla al aire, ya que la nota, editada por Gleyzer antes de enviarla a Argentina, comienza con la frase "Estamos acá, en el primer territorio libre de America Latina...".
“Una idea en la cabeza, una cámara en la mano” (Glauber Rocha)
Al viajar a México en 1970 convoca nuevamente a Humberto Ríos y filman el documental México: La revolución congelada, que denuncia el carácter burócrata que tomó la revolución mexicana después del gobierno de Cárdenas. Mezcla el recurso clásico de una voz en off que estructura las imágenes de archivo de la revolución con un uso novedoso de voces de trabajadores del campo. Éstas contrastan con los discursos vacíos y demagógicos del entonces candidato a presidente por el PRI en la visita a esos pueblos en medio de la campaña electoral. En la Argentina, pese a estar prohibida hasta el año 1973, el film provoca varias polémicas con todas las organizaciones peronistas que lo entienden como una crítica indirecta hacia el movimiento.
El cine como arma de contrainformación
Gleyzer ingresa a las filas del PRT-ERP y se dedica cada vez más a la militancia, ejercitando el uso de la cámara como manera de contrainformar. Los únicos trabajos que realiza con el apoyo exclusivo de esta organización son los Comunicados del ERP No 5 y 7 (1972), cortometrajes de 12 minutos donde se describen dos acciones hechas por la agrupación.
Inmediatamente después del fusilamiento de los presos de Trelew, edita un mediometraje con la declaración de prensa completa de tres integrantes de organizaciones armadas apresados en el aeropuerto seis días antes de que fueron fusilados. Consigue realizarlo clandestinamente gracias a un compañero del laboratorio donde revela el material: a este material le agrega una introducción y un final y el título Ni olvido ni perdón (1973).
Cada vez más comprometido con los acontecimientos políticos, Gleyzer planteaba un cine de respuestas rápidas y proyección clandestina debido a la represión del gobierno militar. Influído por el grupo Cine Liberación (liderado por Pino Solanas y Octavio Gettino y vinculado a la Juventud Peronista), Gleyzer funda el Cine de la Base, vinculado al PRT-ERP. En una época de plena ebullición política, Gleyzer era una usina de generar proyectos para poner la cámara al servicio de la revolución, sea en Argentina, Chile o Bolivia.
De a poco comienza a gestar su proyecto más ambicioso, Los Traidores, un largometraje ficcional donde describe la historia de Roberto Barrera, delegado sindical militante en la Resistencia Peronista, luego secretario general de su sindicato y posteriormente asesinado por una organización guerrillera. Combina, sin embargo, elementos de diferentes géneros, como el policial y el humor, culminando en una escena onírica digna de Buñuel o Fellini. Denuncia directa sobre la burocracia sindical, Los Traidores pone la cuestión del peronismo en el ojo de la tormenta, con intención de concientizar a los obreros y estudiantes peronistas de que la salida era el marxismo. La película apenas logra la calificación en la llamada primavera Camporista de 1973, luego comienza su derrotero de exhibición clandestina en sindicatos, villas miserias y universidades, entre otros ámbitos.
El último film terminado que dirige Gleyzer es Me matan si trabajo y si no trabajo me matan (1974), un cortometraje realizado en una fábrica donde los obreros realizan una huelga con olla popular debido a la muerte de muchos de ellos a causa del saturnismo (intoxicación por exposición al plomo).
...Esta soledad que pronto te va a matar / vas perdido por las calles que solías andar/ vas herido como un pájaro en el mar.../... no estás ciego si no ves donde no hay...(Noche de Perros, Serú Girán)
Su incansable militancia se acrecentaba tanto como el futuro negro que estaba por sufrir Argentina. A principios del 1976 es contratado para filmar en Estados Unidos, una buena posibilidad de hacer un dinero y de salir de la exposición frente a los grupos parapoliciales. Sus amigos insisten en que se quede en Norteamérica, pero decide volver a Argentina para visitar a su hijo y luego sí, marcharse a otro lugar.
Fue secuestrado el 27 de mayo de 1976, pasando a integrar la trágica lista de detenidos-desaparecidos bajo la última dictadura militar. Testimonios de algunos sobrevivientes del campo clandestino de concentración El Vesubio aseguran haberlo visto vivo allí, junto al escritor Haroldo Conti. Estos testigos dicen que Gleyzer ya estaba ciego a causa de la tortura. Para Raymundo habrá sido como la muerte misma: los asesinos conocían el poder de su mirada puno.
Epilogo
"...su postergada filmografía (es) dueña de una curiosa vigencia que supera largamente el marco histórico y político en el que fue realizada. Durante años Raymundo Gleyzer fue recordado y reivindicado como periodista... así figura en las listas del Nunca Más. Ese recuerdo fue justo pero también cómodo, porque ante todo Gleyzer fue cineasta y como tal eligió colocar su cine en el centro de algunos de los antagonismos argentinos mas urticantes." Fernando Martín Peña y Carlos Vallina, El Cine Quema, Raymundo Gleyzer (Ediciones de la Flor, 2000).
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